Madrid: 20 años después, las víctimas del atentado dicen ser de "2ª categoría"

Madrid: 20 años después, las víctimas del atentado dicen ser de «2ª categoría»

Estas expresiones proceden de dos periodistas -Iñaki Gabilondo y Lucía Méndez- que en 2004 vivieron de cerca, personal y profesionalmente, los atentados con explosivos sufridos en cuatro trenes de cercanías de Madrid. Éstas son sólo dos de las expresiones que, en el mismo sentido, se escuchan estos días en España en documentales, ‘podcasts’ y entrevistas especiales dedicadas a los «20 años del 11-S».

El mayor atentado terrorista de la historia de España, un país que durante décadas sufrió el terrorismo de organizaciones separatistas internas, especialmente del grupo vasco ETA, es también del que menos se habla actualmente en el debate público y político.

A diferencia de los demás, se trató de un atentado «yihadista», cometido por una célula islamista radical, como demostró una sentencia de 2007 del Tribunal Supremo español, que condenó a 21 personas.

Pese a la contundencia de la sentencia, que dejó «todo aclarado», como repitió en los últimos días en varias entrevistas el juez que presidió el juicio, Javier Gómez Bermúdez, el 11-M dividió a España y, según los analistas, abrió o profundizó una tensión y polarización política que continúa hasta el día de hoy.

Los ataques ocurrieron tres días antes de las elecciones nacionales que, según las encuestas, el Partido Popular (PP, derecha) volvería a ganar cómodamente. También fueron los primeros tras la guerra de Irak, justificada por armas de destrucción masiva nunca encontradas, pero que el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, había garantizado su existencia, enviando tropas al conflicto, pese a la protesta de millones de personas en las calles.

Las elecciones las ganó el Partido Socialista (PSOE), tras 72 horas de vértigo, en las que Aznar y el Gobierno del PP insistieron en atribuir la autoría de los atentados a ETA, pese a los desmentidos de la banda terrorista vasca y la reivindicación de Al Qaeda. y las pruebas que iban surgiendo de que el origen del ataque era otra persona.

El día del atentado, Aznar llamó personalmente y en varias ocasiones a los directores de los principales diarios, televisiones y emisoras de radio para insistir en la responsabilidad de ETA. Y lo hizo incluso cuando la investigación policial ya había descartado esta hipótesis, como han dicho públicamente en repetidas ocasiones varios protagonistas, entre ellos policías, ex miembros de los servicios secretos, diplomáticos, periodistas y fiscales, en entrevistas y documentales difundidos en últimos años días en España.

La presión de Aznar llegó hasta Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad aprobó, el 11 de marzo, una condena de los atentados de ETA en Madrid.

Al día siguiente de los atentados, el viernes, se empezó a escuchar el grito «¿Quién fue?». en las manifestaciones con millones de personas que llenaron las calles de Madrid para condenar el atentado, y así fue hasta el domingo de las elecciones.

José María Aznar -que mantiene una presencia habitual en el espacio político y mediático en España- y otros dirigentes y exdirigentes del PP siguen a día de hoy poniendo en duda quién estuvo detrás del atentado, basándose en que los «autores intelectuales » y que su magnitud requirió un conocimiento detallado y local del terreno.

En los años siguientes, algunos medios de comunicación, además de miembros del PP, alimentaron la idea de una «teoría conspirativa», con informaciones que resultaron falsas y que pretendían desacreditar la actuación policial y la investigación y vincular a los yihadistas. ‘Detenidos y condenados a miembros de ETA, del PSOE o de Marruecos.

«Ninguna de esas teorías tiene una base sólida. Se mintieron conscientemente. Algunas partes de la teoría de la conspiración pueden haber sido, digamos, involuntarias. Pero hubo mentiras descaradas que se hicieron de mala fe», dijo el juez Javier Gómez Bermúdez , en declaraciones al diario El País publicadas el pasado domingo.

La tensión y polarización de los días de los ataques se trasladaron al juicio años después.

«Se decía que si la sentencia iba en un sentido, los jueces apoyaban a ciertos partidos de izquierda y si iba en sentido contrario, apoyaban a la derecha. Absolutamente falso. Era un tribunal conservador (de derecha). Yo era y Soy conservador. Y los demás jueces, que nosotros sepamos, también. La sentencia es la que es», recalcó Javier Gómez Bermúdez.

Repasando hoy la cronología de las declaraciones públicas en la televisión española del 11 de marzo de 2004, se puede concluir que casi inmediatamente el debate se centró en las elecciones y, poco a poco, en la incógnita de quiénes serían los autores.

Las víctimas, que vivían en zonas del extrarradio de Madrid y, poco después de las 7.30 horas, se pusieron a trabajar o estudiar, son «los grandes olvidados de aquel día», como dijo Iñaki Gabilondo en un documental emitido hace unos días en La Sexta televisión.

Siguen siendo hoy una especie de «víctimas de segunda categoría» del terrorismo en España, ya que fue un atentado «divisivo» y «la sociedad no lloró junta», en palabras de Lucía Méndez, en un podcast de El Mundo el viernes. -justo.

«Son víctimas de mentiras» (la de las armas en Irak y la autoría del 11-M de ETA) y «del peor rumor de la historia reciente», lanzado y alentado por un Gobierno y que perdura hasta hoy, afirma la agencia Lusa. afirmó el catedrático Javier Sampedro, catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid) y autor del libro «Vozes do 11-M: Víctimas de la mentira», publicado recientemente en España por Planeta.

Para el investigador, los rumores y mentiras quitaron «notoriedad pública» a las víctimas y «usurparon su identidad», al verse como instrumentos de una guerra política en la que, además de ser «revictimizados» varias veces, intentaron niegan «la identidad de sus verdugos».

«Se les niega la posibilidad de colocar un cartel que denuncie quiénes los mataron o mutilaron», subrayó.

La Comunidad de Madrid (Gobierno regional del PP) inaugurará el domingo un nuevo monumento a las víctimas en la estación de tren de Atocha. El anterior, de 2007, fue desmantelado hace meses, con el acuerdo de asociaciones de víctimas, tras la polémica por la falta de mantenimiento o ubicación.

Sobre «el legado actual» del 11-M, Javier Sampedro se refiere al «debate público español lleno de mentiras».

«La mentira se ha banalizado como moneda electoral y, sobre todo, una mentira que lleva explícitamente a la acusación de terrorista y golpista, que es lo que ahora se está haciendo, por ejemplo, de forma explícita, contra la independencia catalana, acusó de ambas cosas, lo que obviamente es una exageración», afirmó.

Según el investigador, se trata de «criminalizar» al oponente político, excluyéndolo del «ámbito de debate y de intervención política que una sociedad necesita para un proceso de recuperación e integración».

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