“Ascenso de la derecha española: ¿un modelo para la derecha francesa?”
William Thay es presidente del grupo de expertos Le Millénaire.
Pierre Clairé es subdirector de Millennium Studies, especialista en temas europeos e internacionales y autor de un informe sobre las elecciones en España.
El Partido Popular terminó primero en las últimas elecciones legislativas, con 136 escaños. Si la derecha española aún no está segura de poder gobernar, ha recorrido un largo camino ya que cuenta con 88 escaños desde 2019, su peor puntuación. Así, estas elecciones en España permiten sacar lecciones para la derecha francesa, en particular sobre la forma de encontrar un espacio político gracias a una revolución ideológica.
La derecha francesa se perdió dos revoluciones: la revolución de Macron y la segunda revolución conservadora. Por un lado, no entendió el fenómeno Macron, que hizo una mutación política para encarnar el partido del orden tras los chalecos amarillos, luego la crisis sanitaria y la guerra en Ucrania. Casi el 60% del electorado de François Fillon votó por Emmanuel Macron en 2022. Así, la derecha francesa se ha aislado de sus votantes liberales (jubilados y CSP+) que sitúan el orden en las calles en el centro de sus preocupaciones y en las cuentas públicas.
Por otro lado, la derecha francesa se negó por desprecio a entender la segunda revolución conservadora forjada por Donald Trump y Boris Johnson. Para adaptarse a los cambios de nuestro tiempo, estos últimos han mostrado voluntarismo en la solución de los problemas que encuentran sus electores populares, adoptando una línea clara que concilia libertad y protección. Por lo tanto, la derecha francesa ya no puede encantar a las clases trabajadoras.
El PP quiere ser el protector de una España unida y católica en un país donde los votantes sienten que su identidad está en peligro.
En 2019, la derecha española se encuentra en la misma situación. La crisis de la deuda soberana (2010-2012) que azotó duramente a España impuso medidas de austeridad. Condujeron al país a vivir una revolución política al acabar con la evidencia del bipartidismo. A partir de ahora, el Partido Popular se encuentra compitiendo en el segmento liberal de Ciudadanos y en el segmento popular y conservador de Vox. Este agarre impuso un cambio de línea para la derecha española, a favor de una línea más centrista con Pablo Casado. Este cambio fue un fracaso ya que el Partido Popular registró las peores puntuaciones de su historia tras la marcha de Rajoy.
La derecha española ofrece un modelo de revolución ideológica encarnado en la línea Ayuso-Feijóo. Se caracteriza por la adopción de una línea clara que se resume en estos términos: libertad e identidad para reconectar con la historia de España. En lo económico, la derecha ha prometido muchas rebajas fiscales siguiendo el modelo de la gestión de Madrid de Isabel Díaz Ayuso con el objetivo de apoyar a los actores económicos españoles debilitados por las sucesivas crisis.
Precisamente, esta línea dio sus frutos durante la crisis sanitaria, cuando Ayuso decidió mantener abiertos comercios, bares y restaurantes contra los consejos de Sánchez para salvar la economía y la vida social de los españoles que siguen apegados a ella. En términos de identidad, la línea Ayuso-Feijóo defiende la unidad española frente a la inmigración de Marruecos y frente al regionalismo. Por ello, el PP quiere ser el protector de una España unida y católica en un país donde los votantes sienten que su identidad está en peligro.
La derecha española también ha hecho añicos tabúes. Mientras todos los europeos ahora mismo tienen que afrontar una elección estratégica de alianza caso por caso con movimientos más radicales, Ayuso y Feijóo nunca han tenido problemas para hablar con la extrema derecha para formar gobiernos locales. Se trata de un punto de quiebre que contrasta con la posición tradicional del PP encarnada en la negativa sistemática de Pablo Casado.
La derecha francesa debe liderar una revolución ideológica. Su oferta política ya no está clara desde la propuesta de François Fillon. En efecto, la derecha francesa busca mantener todas las sensibilidades en su partido cuando ya no tiene un líder gaulo-bonapartista que la guíe y su base electoral se ha dispersado, los liberales dirigiéndose hacia Emmanuel Macron y los comisarios hacia Éric Zemmour y Marine Le Pen. Sin embargo, más allá de la línea, la derecha francesa debe revisar su enfoque en dos puntos.
Esto demuestra a la derecha que si ofrece una alternativa basada en el tamaño del país y en un programa de recuperación, puede derribar a la extrema derecha, como un tal Nicolas Sarkozy en 2007 después de los disturbios de 2005.
Por un lado, la derecha francesa debe ser la campeona de Francia desde abajo respondiendo a las inquietudes de este electorado que exige más libertad y protección de su identidad. Por otro lado, debe adoptar un enfoque proactivo en la gestión de las políticas públicas. Las recientes victorias de la derecha, incluso en España, demuestran que cuando la derecha no teme tener razón, consigue conquistar el poder.
Finalmente, la derecha española no puede reducirse al caballo de Troya de la extrema derecha. Si bien el auge de los partidos populistas y de extrema derecha es innegable en Europa, Vox está marcando el tiempo. Efectivamente, Vox obtuvo el 12,40% de los votos, una caída relativa respecto a las elecciones de noviembre de 2019 cuando obtuvo el 15% de los votos. En Madrid, laboratorio de las ideas de Ayuso, Vox experimentó su único descenso a nivel autonómico respecto a anteriores elecciones, al pasar del 7 al 5% de los votos. Esto demuestra a la derecha que si ofrece una alternativa basada en el tamaño del país y en un programa de recuperación, puede derribar a la extrema derecha, como un tal Nicolas Sarkozy en 2007 después de los disturbios de 2005.
Los derechos están ganando por todas partes en Europa. A pesar de ello, todos deben responder a un vicio de agarre entre la emancipación del centro derecha atraído por el centro izquierda y el ascenso de la extrema derecha. La derecha francesa debe sacar las consecuencias para encontrar un espacio político y llevar un programa de grandeza nacional para volver a poner a Francia en el concierto de las naciones.