La amenaza de destitución de Sánchez marca el inicio de su campaña en Cataluña
Las elecciones en Cataluña prometían, hasta el pasado miércoles, movilizar la atención de todo el país, por el posible impacto en la gobernabilidad de España y la posibilidad de que, según las encuestas, los socialistas vuelvan a gobernar en la región después de 14 años consecutivos de ejecutivos liderados por nacionalistas e independentistas.
Todas las encuestas dan una victoria clara, aunque sin mayoría absoluta, al Partido Socialista de Cataluña (PSC), liderado por Salvador Illa.
Por otro lado, algunos estudios vaticinan que esta vez no habrá mayoría absoluta de los partidos independentistas, como ocurrió en 2021, cuando el PSC ya era el más votado, pero no se quedó en el Gobierno por culpa de una coalición del Republicano. Esquerra de Cataluña (ERC) y Juntos por Cataluña (JxCat, propiedad del expresidente autonómico Carles Puigdemont).
Los dos partidos se disolvieron en 2022 y la coalición ya no existe. ERC y JxCat llegan así a estas elecciones enfrentados, pero en un momento en el que ambos, en Madrid, hicieron viable el último Gobierno de Pedro Sánchez, con quien negociaron una amnistía para los implicados en la declaración unilateral de independencia de 2017.
Las elecciones en Cataluña se adelantaron e inmediatamente tuvieron un impacto directo en la gobernanza de España: el ejecutivo de Sánchez desistió de seguir adelante con una propuesta de Presupuestos del Estado para este año y dijo que gestionaría el país, ampliando los límites de gastos e ingresos que estaban contenida en el documento del año pasado.
«No era el momento adecuado para negociar con los grupos independentistas catalanes», explicó a mediados de marzo la ministra de Hacienda y 'número dos' del Partido Socialista (PSOE), María Jesús Montero.
A esto le siguió la semana pasada una amenaza más directa de la voz de Carles Puigdemont, que es candidato en estas elecciones pese a vivir en Bélgica desde 2017 para escapar de la justicia española tras haber liderado la declaración unilateral de independencia de ese año.
En una entrevista, Puigdemont amenazó con retirar el apoyo al Gobierno de Sánchez si los socialistas aceptan los votos del Partido Popular (PP, derecha) para hacer inviable una ejecutiva regional liderada por independentistas, como ocurrió el año pasado en el Ayuntamiento de Barcelona.
Este escenario cambió, o al menos se vio perturbado, el pasado miércoles, cuando Pedro Sánchez dijo que se planteaba dimitir. Canceló la agenda de los próximos días para «pararse a reflexionar» y prometió una declaración pública sobre su futuro para el lunes.
Medios, ministros y otros colaboradores del presidente del Gobierno y líder del PSOE aseguraron que el anuncio fue una sorpresa para todos.
Sánchez hizo este anuncio después de que un juzgado de Madrid confirmara la apertura de «una investigación previa» contra su esposa, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias y corrupción, tras una denuncia de una asociación vinculada a la extrema derecha española.
El presidente del Gobierno argumentó que es víctima, desde hace meses, de la «máquina de lodo» del PP y Vox (extremo), que ahora golpea a su mujer, y afirmó que no está seguro de si merece la pena seguir al frente del Gobierno. ante «el atolladero» y un «ataque sin precedentes».
PP y Vox le acusaron de victimizarse para desviar la atención de diversas sospechas y causas judiciales de corrupción y de que todo no sea más que «un espectáculo» de la campaña electoral, para movilizar a militantes y estructuras del PSOE, pero no sólo eso.
Los dos partidos prevén que Sánchez acabará sometiéndose a una moción de confianza en el parlamento que obligará al 'artilugio' de partidos nacionalistas e independentistas a unirse de nuevo en apoyo al Gobierno y a los socialistas, para evitar elecciones y un giro a la derecha en el ejecutivo central.
En cualquier caso, lo cierto es que la atención se desplazó de Cataluña a Madrid y tanto Puigdemont como el candidato de ERC, Pere Aragonès, se dirigieron a Sánchez en los mítines de inicio de campaña catalana el jueves por la noche.
Ambos le dijeron que también fueron víctimas de lo que consideran campañas de desinformación impulsadas por la derecha y la extrema derecha españolas, a lo largo de los años, por ser líderes independentistas, pero nunca se dieron por vencidos.
«Yo también estoy profundamente enamorado de mi mujer, pero no la abandono cuando ataca la extrema derecha. Yo lo enfrento, siempre dando la cara», dijo Aragonès.
«Conocemos la justicia española, la prensa patriótica, mejor que ellos (el PSOE), nadie tiene que explicarnos nada. Como los conocemos, salimos de casa ya llorando», afirmó Puigdemont.
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